Elijo vivir
Hazte parte
Una nueva identidad
Sé que no hay para el hombre
cosa mejor que alegrarse y hacer bien en su vida. Eclesiastés 3:12
Mantenernos
conectados
Quedan mudos;
luego una mirada amorosa. Enseguida asoma la sonrisa dibujada en sus rostros,
sólo por haberme visto caminar o andar entre ellos. Es lo primero que le surge
a la gente cuando te ven sin cabello o con el pañuelo en la cabeza, y mucho más
si pasaste la prueba de las quimios con éxito. ¿Debería fingir? , ¿Debería
seguir como si nada? O a caso ignoran que cada uno lucha su batalla? [¿Qué es lo que hace que surja una bondad
inmensa cuando descubren que fuiste víctima de una enfermedad terminal?]
Una mirada, un gesto, a veces un silencio. Había tantas actitudes como
personas Eso es lo que veía que venía sucediendo en este viaje que me tocó
emprender. Toda ésta muestra de afecto me hacía dudar. [ Quería ésta situación, Quería transitar en un
entorno lleno de compasión?] Estaba
viviendo la antesala de lo que se venía.
¿Quería esas miradas ajenas de mirada? Pensé
por momentos haber estado en otra dimensión; -realmente creo que lo estuve-. Estaba de paso en casa de mi amiga, luego del
desalojo. Acostumbraba a acompañar a mi hija a la terminal de buses cuando ella venía de visita algún que otro fin de
semana. Era un domingo, recuerdo. Al regreso de haberla acompañado a tomar el bus para la capital, un
domingo muy frío de otoño, un cartel se instala en mi retina en plena avenida:
“Alquilo apartamento”. Surgió entonces
la oportunidad de volver a pensar en independizarme. No
habían pasado 30 días de todo el caos, ya había terminado con mis sesiones de
quimio y ya estaba con planes y el proyecto de volver a empezar. Era un hermoso
apartamento con vista al río, terrazas amplias, ventanales al norte. No pensé
siquiera en la posición económica en que me encontraba. Salí en busca de
alguien que pudiera alquilar conmigo o subalquilar algún dormitorio. Y así fue,
al otro día lo estábamos viendo con mi amiga
sarito ; nos maravillamos, la dueña, encantadora, nos ofreció todas las posibilidades con un gesto de
gratitud. Confiaron en mí, así que estábamos firmando contrato a la semana. Debía dejarme llevar por mis
nuevos instintos, confiar, caminar segura, los nudos se venían desatando. El temor se iba
alejando, nada era más importante que mi buen ánimo y hacer lo que más quería,
lo que había soñado, ¡lo que sale desde el alma! Para no defraudarme.
Vivir, eso es lo
que debía hacer, recordar que esto fue lo que elegí cuando los médicos me
confirman el carcinoma en mis dos senos.
Dije muy fuertemente y desde
adentro: ”¡quiero Vivir”! Y es lo que
venía haciendo. Agradecer cada mañana que mi alma estuviera intacta, ver a mi hija crecer, madurar,
saborear cada una de las charlas con esos amigos que me tiraron tantas sogas.
Por esta razón había decidido en ese momento, mientras arrendaba el
apartamento, comenzar seriamente mi terapia con Andrea. Pero esta vez
comprender que era una decisión
acertada para ir ordenando algunos de los estantes en mi cabeza, que
estaban destartalados, [que ya había que comenzar a reparar]. Alguien me dijo
en la calle después de leer mi primer libro: “Me pareció ir viendo cómo ibas
ordenando las cosas en un placard”. Esa era la idea de la terapia: ir
ordenando. No podíamos tirar nada, todo tiene un lugar dentro, debemos ir
descubriendo cuál es e ir limpiando el camino. Trabajo nada fácil, [suelo desviarme seguido del camino]. Pero ya
había comenzado y eso es un paso importante. Pongamos las cosas en su lugar, dijo Andrea, y así lo
fui haciendo. Había que dejar hábitos viejos, miedos, ansiedades, rencores. De
repente todo lo que me parecía importante había dejado de serlo, las cadenas
comenzaron a soltarse. Sólo vivir, eso quería, ¡vivir feliz! El miedo ya no era
tal, había enfrentado algo muy grande, ahora todo lo demás tenía solución,[
siempre de una crisis surgen cosas interesantes, aprendemos en medio de la nada
a armar estrategias de vida], sintiendo por momentos cómo vamos atravesando un
desierto donde sólo nos dejaremos guiar por nuestro corazón. Un desierto que
parecía el comienzo de todo, el retorno a la vida, devastado sí, pero pronto
para comenzar la creación de una nueva vida. Como lo cuenta esta leyenda:
“Se cuenta en Rapa Nui, la
Isla de Pascua, que cuando en la tierra no había nada todo estaba por hacerse.
Entonces, ocurrió una disputa entre los espíritus. Un espíritu poderoso que
vivía en el aire se impuso ante los más débiles que se rebelaron. El poderoso
los convirtió en montañas y volcanes. A los arrepentidos los convirtió en
estrellas. Para habitar la tierra, el poderoso transformó en hombre a un
espíritu que era hijo suyo; lo lanzó a la tierra y, al caer, quedó aturdido. La
madre del joven sintió tristeza y quiso observarlo; entonces, para mirarlo,
abrió en el cielo una pequeña ventana. Por ella, a veces, asoma su rostro
pálido. El poderoso tomó una estrella y la convirtió en mujer para que
acompañara a su hijo.
Para llegar al joven
la mujer tuvo que caminar con sus pies descalzos, pero no se lastimó porque el
poderoso ordenó que crecieran hierbas y flores a su paso. Ella jugaba con las
flores y al tocarlas se convertían en aves y mariposas. Y la hierba que su pie
había tocado se convirtió en una selva gigantesca. La pareja se reunió y
encontraron que el mundo era bello. En el día, el poderoso los miraba por una
ventanita redonda, y fue el sol. En la noche, era la madre quien se asomaba por
la ventana, y fue la luna.”
Estaba armando mi
propio mundo, por momentos era una estrella, ocupando el lugar de los
arrepentidos, en otros me convertía en montaña, tenía mi propio sol y mi propia
luna que se ocupaban de guiarme día a día, dándole luces y sombras a mi nuevo
camino.
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